UNA GRINGA EN EL CERRO CHILCO

                                                                         Por:  JulioCésar García Calderón

cegacal@hotmail.com

 

Dentro de los pobladores de nuestra capital provincial, incluso me atrevería a decir que un buen porcentaje de habitantes del valle Jequetepeque, ya les es conocido, sobre todo a los choferes y viajeros, las diferentes versiones sobre la tan publicitada aparición de una mujer joven de tez blanca, de cabellera sumamente rubia, y una silueta sencillamente escultural, que aparecería en la penumbra de la noche en el sector denominado Cerro Chilco, lugar ubicado en territorio de la Capital Provincial San Pedro de Lloc, a unos quince minutos del centro de la ciudad, aproximadamente, viajando en movilidad con dirección al sur como encaminándose a la ciudad de Trujillo.

 

Sobre las correrías de esta misteriosa rubia mujer a través del tiempo en el temido Cerro Chilco, hay diversidad de narraciones, unas bastante antiguas pero que, al mismo estilo del anti virus de Internet, han sido objeto de constantes actualizaciones; hasta las más modernas con los aderezos propios de la época. Todas ellas con un gran poder de convencimiento que nos encamina firmemente al realismo.

 

Dentro de las personas de avanzada edad siempre han comentado que la mayoría de accidentes de tránsito con las secuelas de muerte, que se producen desde tiempos inmemoriales a la altura del Cerro Chilco, se debían, en gran parte, a la aparición y acciones espantadizas que origina esta misteriosa mujer que se le conoce comúnmente como la “gringa del Cerro Chilco”, y que según muchos, continua en actividad.

 

Desde niño yo siempre escuchaba que al pasar por el cerro chilco en la carretera Panamericana a muchos choferes se les presentaba “la gringa” casi al filo de la pista, con su peculiar estilo extendiendo su mano en señal de querer hacer parar a la movilidad para que la recoja, en lo que se interpreta actualmente, tratar de que le “den un aventón”. Y lo que siempre se comentaba, era que mayormente hacia su aparición cuando los hombres del volante pasaban solos y distraídos, y al parecer tenía una predilección por los choferes de traileres.

 

Hay épocas en que esos comentarios toman una fuerte vigencia. En una oportunidad, hace muchos años recuerdo, en una ya casi madrugada, el estruendoso ulular de las sirenas de los bomberos, de las ambulancias, y del patrullero policial, irrumpieron la tranquilidad de la ciudad capital provincial. ¡Accidente!, ¡habido un accidente! ¡Es en el Cerro Chilco!, ¡hay muertos! Era verdad, lastimosamente fueron personas conocidas las que fallecieron. La noticia fue rapidísima, como rápidos también fueron la exposición de motivos por el cual supuestamente se produjo éste fatal suceso.

 

Todos arremolinados por grupos lamentando ese penoso acontecimiento. Pero la atención estaba centrada en la exposición que hacía un poblador que habitaba en la salida sur de San Pedro y quién decía que era asiduo transeúnte por esa zona del Cerro Chilco. Él aseguraba que el accidente se produjo por que se apareció repentinamente “La gringa” en el borde de la pista y trató de hacerlo parar, el chofer como ya sabía un poco de estas apariciones, quiso esquivarla, Ella penetró mas a la cinta asfáltica, y la movilidad ya casi sin equilibrio no pudo mas que rodar en vueltas de campana hasta afuera de la carretera, con el consecuente saldo trágico.

 

A raíz de ello, posteriormente, arreciaban los comentarios de las muchas más acciones que realizaba la ahora ya tenebrosa gringa mujer. Uno de los muchos narradores de estas historias se animó a dar su versión de lo sucedido a otro colega trailero de la empresa donde laboraba y que, según él, le sirvió para ser precavido cada vez que pasaba por esa zona. …Él decía, que en una ocasión estaba trabajando de chofer de un trailer transportando minerales de la sierra de Cajamarca hacia el puerto de Salaverry, eran varios los choferes de diferentes partes de la región que trabajaban en esa empresa. Manifestaba, que en uno de esos tantos viajes que realizaban, uno de ellos que desconocía los misterios de la zona, fue objeto de una experiencia bien desagradable.

 

Estaba de regreso de Salaverry e iba con dirección a la sierra Cajamarquina. Su viaje era de lo mas normal posible. Por lo avanzado de la noche y con la finalidad de adelantar un buen tramo hasta su destino, decidió parar en Paijan para ingerir sus alimentos de la cena. Después de haber saboreado un buen caldo de gallina, decidió continuar ya sin detenerse hasta su destino. Su única compañía era su música “chicha” y el humo del cigarro. Al acercarse ya al Cerro Chilco divisó a una joven mujer rubia, que en la berma de la pista le alzaba la mano con la finalidad que se detenga.

 

Dice que inmediatamente se le vinieron mil ideas y fantasías románticas y hasta sexuales, hecho que lo llevo a detenerse en ese sitio, con el propósito de hacerla subir y tratar de pasar una noche de lo más agradable. La mujer subió, al tiempo que él sintió un pequeño escalofrío, pero pensó que era por el potente aire de esa zona. Luego trató de iniciar una conversación inclinándose a conseguir sus propósitos de los cuales había hecho cálculos, pero ya casi llegaban a Pacasmayo y la mujer no le daba mayor entrada, lo único que ella le conversaba era sobre cosas y casos tenebrosos del más allá. Así llegaron al puerto, pero en un determinado momento le dijo que se bajaba a la salida de Pacasmayo casi pasando donde es ahora el terrapuerto, en esa subida que da justo frente al cementerio, le inquirió “aquí bajo, aquí bajo”.

 

Él todo caballeroso y enamorador le pidió que por lo menos le de su dirección donde vivía para luego visitarla, a lo que ella asistió, y para tener forma y algo porque llegar, le prestó su casaca, diciéndole que tratara de cubrirse por el intenso frío, y que a su regreso iría a su casa a recogerla. Ella se colocó la casaca y cruzó rápidamente la pista, ante las frases de elogio y piropos que le enviaba el enamorador chofer.

 

Ya de regreso por nuestra provincia, como no se sacaba de su mente a esa rubia mujer, con la dirección en la mano fue en busca de esa ilusión femenina. Dio con la dirección indicada, tocó la puerta, y después de unos minutos salió una señora mayor que lo atendió cortésmente. Él le preguntó por su hija, diciéndole que le había prestado su casaca y venia por ella. La señora lo quedó mirando y le dijo: “señor, usted creo que se a equivocado, no tengo ninguna hija, la única hija que tuve falleció hace un mes en un accidente de tránsito”. Él asombrado, seguía insistiendo: “no señora anteanoche la traje en un trailer de la salida de San Pedro”. La señora con mucha pena le hizo una invitación realmente cruel: “si no me cree, vamos en estos momentos al cementerio y le voy a señalar el lugar donde a sido enterrada”.

 

Cabeza agacha se han encaminado en compañía de otros familiares hasta el campo santo. Allí, acercándose a uno de los pabellones la señora le indicó: “Allí esta su cuerpo, allí figura su nombre y la fecha que a sido enterrada”. Pero para desconcierto de ambos, en el nicho, en el lugar donde se enganchan las flores cuando se va a coronar, estaba colgada la casaca del trailero. Él completamente asustado les dijo: “esa es mi casaca que le preste a esa mujer rubia la noche que la traje en el trailer”. Él cayó presa de un terrible pánico, dejo el trabajo, y en verdad no sabemos más de él.

 

En otra ocasión, me contaba un colega de trabajo, que en una concurrida reunión social que se realizó en Pacasmayo, y por la cual llegaron personas de otros lugares, se alojaron en el hotel donde él estaba, dos funcionarios de una empresa de productos lácteos. Al día siguiente de la reunión después del desayuno, se pusieron a mirar televisión en la sala del hotel. En un determinado momento, no sabe porque se trató, pero uno de ellos le interrogó si él era de Pacasmayo. Él le dijo que sí.

 

Luego de ello le comenzó a narrar: “Mire, hace más o menos un año por allí, vine de Lima a Trujillo por avión y luego tome el auto de la empresa que me esperaba en el aeropuerto y me dirigí con dirección a Cajamarca donde tenia que realizar una diligencia. Ya de regresó tratamos de acelerar todo lo que podíamos con la finalidad de llegar a buena hora a Trujillo porque a las seis de la mañana teníamos que abordar el avión que nos regrese a Lima. Recuerdo que después de Pacasmayo seguía un pueblo donde a la salida había un arco seguido de una especie de túnel con cantidad de árboles para los dos lados. Dice que mi colega le interrumpió: “ese pueblo se llama San Pedro de Lloc”. Así, mire no sabía, pero nunca me voy a olvidar de ese sitio”.

 

Resulta, que yo estaba acompañado de otra persona que iba durmiendo, y ya recorrido más o menos diez minutos por allí, a lo lejos pude divisar a un costado de la carretera a una mujer de cabellera rubia que con su mano extendida hacia la pista me trataba de hacer parar, yo como iba a buena velocidad trate de ignorarla, pero a manera que me acercaba al lugar, la mujercita ésta se me metió, ya no pude esquivarla y la impacte fuertemente, la bote hacia un lado de la pista, el carro se remeció potentemente que despertó a mi acompañante. Yo logré parar a unos cien metros, y le dije a la persona que iba conmigo que había atropellado a una mujer, y que mejor regresemos a verla de repente esté herida para llevarla al hospital, no vaya a ser que algún vecino del pueblo nos haya visto y nos denuncie, pero el auto no tenía ni siquiera un rasguño en ese lado.

 

Así lo hicimos, llegamos al lugar, ubicamos el auto con los faros prendidos en alta con dirección al sitio donde podría haber caído, pero no había nada, ni rastros de gente ni de casas, todo estaba desierto, yo pensé que era un pueblo, pero solo había la pendiente de un cerro grande. Tanto buscar nos dirigimos nuevamente con dirección a Trujillo. Para asombro nuestro, ni bien aceleramos, miramos hacia delante y a unos cincuenta metros más o menos, vemos la figura de la rubia mujer nuevamente extendiendo la mano tratando de hacernos parar.

 

En verdad que los pelos se nos pusieron de punta, nos entró un gran nerviosismo, pero me prendí fuertemente del timón, le di mayor velocidad al auto, y al pasar por ella nuevamente la impactamos, el carro tambaleo, pero seguimos de frente sin parar y casi mudos hasta llegar a Trujillo. Ya en el lugar, revisamos el carro haber si tenia alguna abolladura por el supuesto impacto, pero no tenía nada, todo estaba normal, solo nosotros estábamos abollados sicológicamente. Esta experiencia fue terrible, me duró mucho tiempo”.

 

 

Otra de las historias de la “Gringa del Cerro Chilco”, es la que a través del blogs me contó Erika. Ella es un familiar que radica en Trujillo, hija del tío “Coco”, un buen conductor de vehículos pesados, quien por más cuarenta años transitó casi toda la cinta asfáltica de la panamericana con todas sus historias.

 

Dice que como sus itinerarios eran extensos, mayormente iban dos choferes que se distribuían la ruta y los horarios, mientras uno conducía el otro descansaba. Les contó a sus hijos que en uno de sus tantos viajes que le tocó transitar por esta zona del Cerro Chilco, fue testigo y partícipe de una experiencia escalofriante y desesperante de su colega y compañero de timón.

 

Iban con dirección al norte. Como a él le tocaba conducir a partir de Chiclayo, se puso a descansar cómodamente al costado de su colega chofer, hasta que le ganó el sueño. Dicen que el sueño de estos conductores es bastante liviano, por eso es que al menor imprevisto ellos rápidamente sienten. Así en un determinado lapso percibió como si el trailer se desviara de su ruta. Sobresaltado abrió los ojos, comprobó que efectivamente el trailer se salía de su carril, giró rápidamente para ver a su amigo chofer y éste estaba en una situación desconcertante y temeraria, su cuerpo estaba rígido con las manos inmóviles pero aferradas al timón. Pero lo más sorprendente era que al mirarle su cara para dirigirle la palabra, éste estaba botando saliva por la boca.

 

Cuenta que en la desesperación lo samaqueó fuertemente con la finalidad que reaccione, y así logró que abriera los ojos, y entre los dos lograron estabilizar el trailer. El le preguntaba que tenía, que le pasaba; pero el asustado chofer no podía hablar, solo atinaba a mirarlo con un rostro de angustia.

 

Metros más allá su amigo comenzó a balbucear palabras y le confesó al tío “Coco” que el motivo de ese terrible percance había sido por que había visto por ese Cerro Chilco a una mujer rubia, “Ella me llamaba, pero como ya me habían contado la historia y lo que podía pasar, traté de ignorarla. Pero yo sentía que me seguía llamando, y allí empecé a sentir por dentro una angustia tremenda y todo mi cuerpo se empezó a endurar”.

 

“Hermano, no podía hablar, ni tampoco moverme, mis ojos se cerraron, ya no tenia control de nada. Era como una pesadilla. Dentro de mi, yo te llamaba fuertemente, quería alertarte, pero no veía tu respuesta ni escuchaba tu voz, que desesperante era, hasta que lograste que reaccione…que terrible verdad,…que terrible”.  

Comentarios: 3
  • #3

    Martin (domingo, 16 mayo 2021 08:11)

    Soy de lima, Escuche esta historias cuando viajaba siempre a Pacasmayo en la década de 1990.

  • #2

    Demetrio (domingo, 22 marzo 2020 19:56)

    Creo que Dios existe si lo invoca cuando estás en el último riesgo de tu vida y te salvará por tu fe.
    Las dimensiones también existen después de la vida que es la muerte.

  • #1

    una_laly (domingo, 15 julio 2018 15:05)

    gracias, esta información me sirvió mucho para mi tarea

 

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